Aquello que no tiene nombre no existe.
En la prehistoria los objetos carecían de entidad, por que no tenían nombre… fue a partir de que el ser humano empezó a asignar un nombre a esos objetos que veía todos los días cuando empezaron a adquirir una entidad propia.
El nombre es la primera piedra, es el primer eslabón de la cadena del branding, es por donde empezamos a crear los diseñadores todo el universo gráfico de la marca. Por eso es tan importante y hay que dedicarle el cariño y el tiempo necesario para poder tener un buen nombre.
Antes de empezar con la clasificación, he de decir que en la creación del nombre no hay límites, podéis jugar como queráis para conseguir el nombre perfecto, pero bueno vamos a ver cuales son las tipologías más utilizadas y con las que podemos empezar a experimentar a la hora de crear nuestro nombre.
Descriptivos:
tal cual, describen el producto, un beneficio o característica o la propia actividad de la compañía. Por ejemplo Gas Natural, General Motors, Aerolíneas Argentinas. Son muy evidentes y fáciles de entender. El problema es que son más difíciles de registrar y aportan poca flexibilidad a la marca para futuras ampliaciones de negocio.
Sugerentes.
También se centran en comunicar una ventaja o característica del producto o servicio pero en vez de hacerlo de forma descriptiva lo hacen de una forma más creativa, a través de alguna metáfora o juego de palabras, como por ejemplo Youtube, Ray-Ban, Toys’r’us.
Acrónimos.
Es un naming bastante usual y se extrae de las iniciales de las palabras que conforman el nombre de la marca, como por ejemplo IBM, HP, CNN. Este tipo de nombres son muy utilizados en tecnología. El problema de estos nombres es que a primera vista es difícil ubicarlos por que no dan ninguna pista del servicio o producto que ofrecen.
Neologismos.
Son aquellas nuevas palabras construidas a partir de una o varias palabras que ya conocemos como por ejemplo Bocadelia, Evernote, Tupperware
Abstractos.
Son palabras totalmente nuevas y carentes de significado como Yoigo, Xerox, Kodak. Para construir un buen nombre abstracto hay que centrarse en la sonoridad de la palabra, ¿Cómo suena? ¿Qué transmite esa sonoridad? La ventaja es que probablemente no tengas problemas para registrar ni para adquirir el dominio aunque a veces te sorprendes con el tema de los dominios.
Evocativos.
Son aquellos nombres que parten de una raíz conocida y a partir de esa raíz conocida creamos una nueva palabra. Imaginarium, Vueling, Bankia.
Etimológicos o Foráneos.
Procedentes de idiomas antiguos, como el griego o el latín, o creados a partir de idiomas extranjeros. Nivea, Uterqüe, Volvo.
Nombres Personales.
Se utiliza mucho en marcas personales y también en moda. Se puede utilizar en empresas en las que queremos asociar directamente la marca con el creador o fundador como por ejemplo Jean Paul Goltier, Disney, Lacoste. Suelen tener fácil registro y suelen tener el dominio libre a no ser que haya alguien que se llame como tu y que también tenga una empresa. Todo puede pasar.
Onomatopeyas.
Es la imitación lingüística de sonidos naturales como por ejemplo Kit Kat, Boing, Crunch.
Conceptuales.
Son palabras que ya conocemos pero que se utilizan de forma conceptual para ser asociadas con un tipo de contenido distinto como puede ser Apple, Jaguar, Amazon, la característica de estos nombre es que puedes crear una historia alrededor de ellos, y asociar los conceptos contienen estas palabras a tu producto o servicio.
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