La cultura del publicista

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Sí, señores, es el Puente de los Suspiros de Venecia y, no, no es un montaje. Es realidad pura y dura de hace un par de semanas. Es más que esto. Es una gran desilusión para mí igual que para un montón de turistas y viajeros que por estas fechas a lo mejor realizabamos el viaje de nuestros sueños… y nos encontramos con ESO. Dediqué media hora de mi vida a escuchar cómo sonaba en idiomas más variados la expresión de indignación por este pedazo de publicidad. No entendí la mayoría pero las miradas, las caras y el tono dejaban más que claro que la multitud compartía mi decepción.

Me fui pensando que los de Chopard son unos descarados que me robaron el encanto de Venecia. Desde entonces como por instinto paso de la marca. Pero ¿es suya la culpa? La verdad es que no. Es una mala solución publicitaria que demuestra la incapacidad del publicista responsable de conectar con el público, de ponerse en su lugar y fascinarle en vez de generar un rechazo tan fuerte. Sí, todos sabemos que las tablas en cuestión esconden detrás las obras de restauración y conservación pero ¿no podrían hacerlo más al tono del estilo y la cultura de la ciudad? Porque allí está: más que otra cosa hoy en día la publicidad es parte reconocida de la cultura urbana pero también la cultura debería pintar algo en el mundo publicitario. Tiene que haber un límite, un balance ético natural o criterio de buen gusto en este negocio para que la publicidad produzca el efecto deseado. Dicho criterio reside en la cultura del mismo publicista, o como dice el Sr Bassat, publicitario.

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Además aquí pongo el caso veneciano como ejemplo de última pero aquel mismo día recordé haberme provocado un rechazo casi igual un spot de campaña de rebajas de MANGO de hace un par de años en España:

Siendo yo una mujer joven reconozco que antes pasaba por MANGO cada dos por tres, pero después de ver dicho spot, os lo juro, me costaba entrar sin que me sonasen al oido los gritos de la madre. Y pensé: entre los que han hecho esto seguro que no ha habido ni una del sexo débil. Es una falta completa de sensibilidad femenina en un spot que pretende vender una marca a las mujeres. Más que otra cosa, la experiencia traumática que supone exponer la intimidad de uno de los momentos más importantes de la vida de una mujer, quitándole importancia, naturalizando y brutalizándolo. ¿Qué me quieren decir? ¿Que si a mí me encanta la marca, dejaré mi crío por ropa rebajada, que cambiaré El Momento por baratijas? ¡Me infravaloráis, chicos! Una mujer se representa a sí misma en muchos roles: somos todas algo vanidosas, nos dejamos llevar cuando salimos de compras, nos gustan las cosas nuevas, somos caprichosas a veces, somos también buenas profesionales entre hombres, tenemos muchas caras de día y de noche, pero esto NO La relación entre madre e hijo, especialmente en este primer momento, cuando después de meses y meses de esperanza, amor, cariño a aquella vida dentro de ti, por fin tu niño tomará su primer aliento, esa relación es sagrada y meter a MANGO allí es imperdonable. Falta total de sensibilidad, cultura y entendimiento correcto con el público objetivo.

Y de allí que yo recomiendo que en el diccionario publicitario se añada a la definición de Cultura que esta no es cualquier cosa con la que vivimos o con la que podemos o aguantamos, que no es hablar de las cosas de tal forma que lo inaceptable suene aceptable, sino que es también un territorio de tolerancia y respeto a los deseos y necesidades de los demás, un regulador que establece y afirma valores.

Artículo publicado por SeymoreGlass

seymoreglass
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Un comentario

  1. Esto si es una mala solución publicitaria…Ellos cambiaron la cultura de la ciudad…es muy mala para la marca….las personas no le gustan de aciones como esta…..

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